Bolivia y Paraguay se unen para consolidar un corredor biológico de 20 millones de hectáreas único en el mundo, ubicado mayormente en el Gran Chaco Sudamericano, el segundo de mayor tamaño después de la Amazonía.
Un solo bosque no puede absorber toda la contaminación que produce la humanidad ni albergar a todos los animales en extinción o que escapan de los grilletes del cautiverio o de los colmillos de las mafias. Una selva solitaria —aunque luzca en su pecho el título de área protegida— no es suficiente para arropar a los indígenas no contactados que —por voluntad propia— decidieron convertirse en invisibles para la “civilización”. Una laguna distanciada de las comunidades originarias —que son sus guardianas naturales y legendarias— difícilmente podrá sobrevivir a los desvíos de sus afluentes y a la deforestación de sus cabeceras que generan las lluvias para el resto del planeta.